29 de junio de 2008

Las expropiaciones en la Travesía de Hermigua

En los últimos días del pasado mes de abril, posiblemente el Sr. Curbelo tuvo su contentura en el norte de la Isla, y no por los incendios y las subsiguientes diluciones dinerarias de la “pasta” pública, aunque tampoco me extrañaría, sino porque, al fin, fueron firmadas las actas previas a la ocupación de los terrenos por donde discurrirá, como los burros de antaño, esa travesía que va a arrasar el lánguido pueblo de Hermigua con más de quince mil euros por habitante.

Y es que, efectivamente y a pesar de que lo que se abonará por las expropiaciones debe ser una minucia en comparación con los más de treinta millones de euros del monto total de la obra en provecho de las contratas y sus repartos, vinieron por el pueblo unos representantes de la Conserjería de Obras Públicas del Gobierno de Canarias a solicitar a los propietarios dichas firmas, sin dar ningún valor indicativo, ni máximo, ni mínimo, del precio al que la Consejería estaría dispuesta a pagar, y sin preguntar tampoco cuanto pedía el firmante por su bien a expropiar. Decían que daba igual la firma, puesto que, quien no estuviera de acuerdo podía acudir a los tribunales (¡faltaría más!) afrontando unos gastos judiciales tal vez superiores a lo que cobraría con la minucia, porque la Ley permitía la ocupación del terreno previo un depósito. Una Ley coactiva de “cheque en blanco”, propia de una dictadura o de una partitocracia con voto, que lo mismo dá. No en vano y a pesar de las apariencias, se trata de una ley de “expropiación forzosa”. Si ello es así, yo me pregunto: ¿para que quieren las firmas, si da lo mismo?

Hermigua, un pueblo que fue agrícola y minifundista como tantos otros en La Gomera, tras un enorme esfuerzo en realizar una infinidad de bancales sobre muros de piedra escalonados, ha visto emigrar a sus habitantes y declinar su agricultura ante la falta de rentabilidad o pérdidas en el cultivo. Ello, bajo los auspicios de quienes ponen poliada en sus sillones de autoridad política para eternizarse con sus dádivas, silencios o auto alabanzas, como el consejero palmero de casi todas las consejerías, Sr. Castro, el padrino de la Isla, Sr. Curbelo, y el que fue alcalde, profanador de muertos y compañero de Néstor con interrogación, Sr. Mora. Estos terrenos, que a la fuerza se expropian gracias al impulso, pautas o directrices, de los mencionados señores a la funesta travesía, fueron dedicados al cultivo de plataneras con regadío y algunos de ellos, hoy en barbecho, son calificados mezquinamente de “matorral” por estos de la Consejería que vienen de Tenerife y en beneficio de quienes se llevan el mogollón: contratista y “a látere”. ¿Matorrales? ¿Que matorrales, si podrían volver cultivarse hoy mismo?

A la fuerza, en las dictaduras y en las partitocracias, los paganos siempre son los mismos: los más débiles, los expropiados, los que han de firmar en blanco sin remedio.

Amalahuigue

amalahuigue@gmail.com

Una Curva en la Rotonteria de Hermigua

El 15 del presente mes de abril expresé mi opinión crítica con la travesía de Hermigua en el periódico “El Día” y en el digital www.gomeraverde.com. Mi agradecimiento por su publicación. Me oponía al proyecto para el ensanchamiento de esa carretera de principios del siglo pasado, plagándola de amplias rotondas innecesarias. Una auténtica “rotontería” para encandilar al personal, cuando raramente coincidirán al mismo tiempo dos automóviles en una misma rotonda. Me oponía por el desmesurado coste del proyecto. Me oponía porque, por las características del terreno y si no se cuelgan del cielo, se precisan enormes muros que serán despeñaderos mortales, con ingentes cantidades de material de relleno que se ha de buscar y transportar. Me oponía porque se expropian forzosamente viviendas cuya demolición hubiera podido evitarse. Me oponía porque no se eliminan todos los estrechamientos, que mañana podrán volver a producir atascos. Me oponía porque, en un pueblo agrícola, no facilita el acceso a otros terrenos de cultivo. Me oponía porque no hace innecesarias las estaciones de bombeo de aguas fecales. Me oponía porque no se aprovecha suficientemente para encauzar el barranco. Me oponía porque hay alternativas más económicas, útiles y beneficiosas, que carecen de estos inconvenientes. Me oponía y me opongo, en definitiva, porque pienso que ese oneroso proyecto es un bodrio que puede perjudicar y aniquilar lo que queda del pueblo de Hermigua, antaño floreciente.

Lo que me motivó a expresar públicamente mi oposición fue el interés inusitado del presidente del Cabildo por el comienzo de las obras.

Para acuciar aún más, el insigne político gomero Julio Cruz (que se pasea por Alajeró, trabaja en el Parlamento de Canarias y vive en San Sebastián de La Gomera, en el chalet que edificó sobre un terreno por donde iba a pasar una calle que no pasa), acaba de pedir explicaciones sobre el asunto al consejero de Obras Públicas del Gobierno de Canarias.

Ese mismo día 15 y en el mismo periódico, el Sr. Curbelo vuelve a insistir otra vez más, en nombre del Cabildo, para urgir al Gobierno canario a “iniciar de inmediato las obras”, ahora apoyado por el vicepresidente, Gregorio Medina, que aclara que tiene financiación estatal, y se incluye en el Convenio de Carreteras Canarias-Estado. ¡Como si las perras que maneja Zapatero no fueran nuestras también!

Curbelo, o el que le escribe, advierte o amenaza “de que el retrazo en el comienzo de las obras puede motivar una subida del precio”, que era de 30,6 millones de euros en 2005. ¿Aún más cara, Sr.? ¡Vaya tela! ¿O acaso quiere decirnos que la obra se puede quedar a medias?

En ese escrito se dice, con toda lógica si no existiera otra alternativa mejor, que esa travesía beneficia a los municipios de Hermigua, Agulo y Vallehermoso, y que se pone especial énfasis “en la modificación de las curvas, para reducir su peligrosidad”.

En efecto, se modifica una curva. Una única curva, muy suave (el burro la trazó al galope) y sin peligrosidad alguna. Se trata de esa curva frente a la farmacia y el Centro de Salud que, para modificar su trazado, tiene la “bondad” de destruir gran parte de un pequeño y lindo parque. Existían otras dos curvas, una en La Vecindad, frente al colegio Mario L’ermet, y otra frente a la iglesia de La Encarnación, cuyas obras de ensanche y variación de trazado ya hace muchos años que han sido realizadas.

¡Menuda vaquita esta de la travesía de Hermigua para arrasar el pueblo con un enorme ubre de 30,6 millones de euros y con posibilidad de mancarse por el retraso! No sé porqué tengo el presentimiento de que, al ordeñarla, de alguna de sus tetas puede manar una escamoteable leche incolora. ¿Qué teta es esa? ¿Estará en ella el interés desmedido y reiterado del Sr. Curbelo y sus acólitos en urgir insistentemente el comienzo inmediato de las obras?

Amalahuigue

amalahuigue@gmail.com

Las carrerillas de Casimiro por la Travesía de Hermigua



Se refería el chiste a un viejo gomero que, bajo el recalmón de la tarde y sentado en una piedra del camino con su sombrero calado hasta las cejas, explicaba a los visitantes el método para trazar las carreteras con tantas curvas: soltaban un burro y detrás hacían la carretera. Cuando inquirieron como se las arreglaban ahora que ya no existían estos animales en la Isla, el viejo les respondió que traían a un ingeniero de Tenerife que las trazaba por donde mismo había pasado el burro.

No obstante, el chiste no se ajusta plenamente a la realidad, pues si bien en las carreteras del sur con las remodelaciones y túneles se han modificado los trazados acortando las distancias, en las del norte se mantiene el antiguo camino del asno, con las mismas curvas y el mismo recorrido. Y como en toda regla hay excepciones, se ha de señalar ese túnel lleno de curvas que serpentea paralelo a las laderas de las montañas entre San Sebastián y Hermigua por donde nunca pasó un burro.

Sin embargo, esta carretera del norte de La Gomera (TF-711), que ya estuvo cerrada durante dos años en interés de la empresa constructora del túnel sinuoso para cobrar casi el doble de lo presupuestado, presenta un escollo a su paso por Hermigua, ya que las retenciones y atascos que encuentran los conductores a lo largo de tres kilómetros les emplean en ocasiones hasta casi media hora en su trayecto.

La necesaria solución a este escollo, que debió ser prioritaria y es lo único pendiente en la remodelación de esa carretera, se ha ido postergando reiteradamente a lo largo de los años hasta que en 2005 el Gobierno Autónomo se dispuso a gastarse treinta millones de nuestros euros en un proyecto que llamó “Travesía de Hermigua”.

Entre todas las soluciones posibles, alguna con un costo inferior a la tercera parte del presupuesto, optaron no solo por la más cara, a casi 10.000.000 € el kilómetro (1.663.860.000 Ptas.), sino también por la más lenta y perniciosa, desarrollando los ingenieros su proyecto por donde mismo había pasado el jumento.

Se pretende atravesar el pueblo con una especie de avenida sobre grandes muros, plagada de innecesarias rotondas y con aparcamientos a ambos lados, precisamente en una época en que priman las calles peatonales y las circunvalaciones.

Las obras dicen que se han adjudicado a la empresa constructora del túnel de las curvas, a cuyo dueño impuso el presidente del Cabildo una medalla a título póstumo. Tal vez por haberse enriquecido a la sombra de la entidad.

Ya es grave que, existiendo otras alternativas, al menos tres años de taponamientos por las obras de ejecución de ese proyecto pongan en serio aprieto la paupérrima economía y la supervivencia de toda la zona norte de la isla de La Gomera.

Don Casimiro Curbelo, que se opone a la ampliación del aeropuerto al no ser ya rentable electoralmente, salió de inmediato en carrerilla por la Travesía de Hermigua pidiendo que se realizaran las expropiaciones forzosas y se comenzaran inmediatamente las obras.

Es curioso que el Sr. Curbelo, tras tantos años sin importarle mucho el tapón circulatorio de Hermigua contrariamente a como lo hizo con el acceso a La Lomada o al nuevo hospital bajo las aguas del barranco, se interese de pronto inusitadamente por la aberrante Travesía.

¿Por qué ahora tiene tanta prisa el Sr. Curbelo? ¿Teme acaso que se perjudique a la empresa concesionaria con otro proyecto menos oneroso? ¿O quizá pretende atribuirse algún mérito para la rentabilización electoral del adefesio?

¡Ya es difícil que un burro sea ingeniero! Aunque en La Gomera…… En La Gomera dicen que el más tonto es abogado.

Sin dudar de las cualidades benefactoras del Sr. Curbelo, presidente del Cabildo, diputado, senador y escritor dominguero, tengo la absoluta seguridad que no es ni tonto ni burro. Y es que esa breva de mas 30 millones de euros para unos tres kilómetros de travesía es un “pastón” que da para mucho.

Amalahuigue

amalahuigue@gmail.com