16 de febrero de 2006

¡Aclarando!, que es gerundio...

“Cuando el doctor Manuel Rodríguez me llevó ante el paciente Antonio Plasencia y contemplé de su gravedad, me desmoroné y reconozco que no tuve el valor de solicitarle dicho reconocimiento”, dice don Salvador García Carrillo en relación a cuando, a los pocos días de aquel incendio mortal que contempló el Roque de Agando el 11 de septiembre de 1.984, acudió al Hospital sevillano, no para interesarse por el estado del paciente, sino para que le firmara el reconocimiento de una deuda del Cabildo de La Gomera de 1.700.000 de las pesetas de entonces del sobresueldo conseguido (se entiende) de 300.000 mensuales para él y 200.000 para su colaborador, don Silvestre Enríquez Núñez-Ojeda. ¡Menudo chasco!

La verdad es que no tuvo suerte el sindicalista de la UGT al declararse el incendio antes de cumplirse su ultimátum y al carecer de aptitud manual para la firma el Sr. Plasencia, que, aunque su estado de ánimo es de suponer que no estaba para ocuparse de la “finca”, comprometió a don Salvador para que aclarara su gestión con una Memoria que enviara a quienes podían satisfacer esa deuda cabildicia que aún no le han pagado.

Tampoco tuvo suerte don Salvador con aquella carta al secretario general del PSOE que, según dice, no le perdonó el Sr. Curbelo, y cuya copia le birló subrepticiamente de su despacho “un militante socialista de La Gomera que fue luego diputado regional”, aprovechando la oscuridad de la noche para introducirse por la ventana. Como da la impresión de que don Salvador conoce al autor del presunto delito sin que mencionara haber acudido en su día a la “Justicia”, para que las sospechas de tal fechoría no puedan recaer sobre otros diputados respetables, debería aclararlo.

Por mucho que aclare lo encubierto el Sr. García, me temo que, si esa carta no gustó al actual presidente del Cabildo gomero, difícilmente cobrará la deuda que reclama con su escrito de “Los olvidados del 11-S en La Gomera”, porque don Casimiro Curbelo no parece muy dado a aclaraciones, ni de marquesinas de 500.000 pesetas el metro cuadrado, ni tampoco de muros de 43 millones de pesetas, aunque falsos rumores asocien alguna vivienda con tan elevados pagos.

Al fin y al cabo, todo puede ser en aras del cacareado “desarrollo económico y social” de la Isla colombina.

Gomera 21 Amalahuigue

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