16 de febrero de 2006

La Estación de Guaguas de Alajeró


El pasado 11 de agosto el Gabinete de Prensa del Cabildo Insular de La Gomera informó sobre la adjudicación de las obras de una estación de guaguas en Alajeró, con un presupuesto que supera los 499.000 euros (83 millones de pesetas), y que en otra nota anterior del 2 de agosto se licitaba en 527.100 euros, sobre una superficie de 4.910 metros cuadrados. O sea, según se presupuesta dicho proyecto, a poco más de 100 euros el metro cuadrado (unas 17.000 pesetas), que, además, tiene un “carácter multifuncional”. No obstante, si tenemos en cuenta los 239.000 euros de la adquisición del terreno, la redacción del proyecto y el movimiento de tierras, el coste se elevaría, en principio, a un total de 738.000 euros (123.000.000 de pesetas), lo que significa 150 euros el metro cuadrado (25.000 pesetas).

Y es que me parece a mi que en esto del “guagüerio” hay mucha tela que cortar, no solo en esas guaguas “de balde” y en dineros que dicen que unos le deben a los otros o que los otros le deben a los unos, sino en todos esos contrato-programas que dan la impresión que detrás de la empresa concesionaria hay mucha “hermosura”. Tal vez algún día caiga alguna medalla por la “ricura” de esos amores que matan, aunque sea póstuma, porque los ricos también mueren, condecorados o no. Pero yo quiero referirme concretamente a esas marquesinas construidas con materiales nobles, alguna de las cuales, tal vez sin adquisición de terrenos, sin movimiento de tierras, sin proyectos de Le Corvusier o de Calatrava y seguro que sin multifuncionalidad, fue presupuestada en casi 25.000 euros, a unos 3.000 euros (500.000 Ptas.) el metro cuadrado. ¡Veinte o treinta veces más por unidad de superficie que esa Estación de Guaguas de Alajeró! Tales posibles y extraños dislates presupuestarios deberían explicarse y justificarse, si se es capaz, para que los gomeros, y los otros que no lo son, no estemos sujetos a sospechas engañosas, ni los unos, ni los otros, ahora que en España se está poniendo de moda el “escoramiento” hacia un lado o hacia el otro, rememorando, con cierto trasfondo de rencor, guerras que no vivimos, con morería o sin ella, y que no nos debería interesar para tirarnos piedras inculpatorias descosiendo capas y volviéndolas a coser, como diablos que no saben que hacer.

Por supuesto que ese edificio multifuncional de la Estación no ocupa los 4.910 metros cuadrados, por lo que los cálculos por unidad de superficie carecen de rigor y solo pueden tomarse a nivel indicativo. No obstante, si la edificación de 83 millones de pesetas de costo se mimetiza con el paisaje quedando embutida en el terreno, para lo cual se han realizado excavaciones, hemos de suponer que precisará muros de contención y, si estos muros tienen un gasto tan elevado como el que en Hermigua dicen que costó 43 millones de pesetas, me temo que no quedará mucho dinero para ese edificio. Pero, en fin, esperemos que los muros de Alajeró sean menos costosos que los de Hermigua, que también deberían precisar mayor claridad y justificación. Me refiero al muro frente al restaurante El Silbo que, contrariamente a como hizo el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en Valleseco multando a la constructora que excavaba debajo, el Cabildo Insular de La Gomera “premió” a la empresa que ocasionó la caída con la contratación y el pago de tan costosa obra.

Desde finales de diciembre del pasado año, el presidente del Cabildo viene destacando, según su Gabinete de Prensa, “la importancia de esta infraestructura para la mejora de las comunicaciones terrestres entre los municipios de la Isla y, por ende, para el desarrollo socioeconómico de los ciudadanos de Alajeró en particular y de La Gomera en general”. ¡Pues yo no me lo creo! Y no me lo creo porque, salvo que se explique mejor, pienso concretamente lo contrario, al igual que con el “Putting Geen” golfista de Playa de Santiago, que beneficia a Fred Olsen y su Hotel Tecina produciendo los “toques de pelotas” en lugar de los productos de la explotación agrícola que sustituyó. Porque, socialmente, lo grave es que la producción del “toqueteo” tenga mayor rentabilidad económica y “social” que la de la alimentación, hasta el punto de que los políticos “justifiquen” social y económicamente, con sus electorales ruedas de molino, la necesidad de campos de golf frente a explotaciones agrarias, prestos a inaugurar aquellos sin lamentar las defunciones de estas, no en vano, aquel ministro franquista de erróneo nombramiento y amante de las subvenciones vitalicias, decía que “ministro se había de ser a toda costa, aunque sea de agricultura”, y no creo que fuera precisamente por su condición de servicio público, sino por la de servirse de lo público.

Como casi todos los pueblos de La Gomera con una población muy diseminada en barrios distantes entre sí, Alajeró, donde viven algo más de mil personas tiene dos núcleos principales: el de Playa de Santiago y el del casco de Alajeró, disperso este a lo largo de la carretera que le une por una parte con San Sebastián y por la otra con el resto de la isla. Es, por tanto, un lugar de tránsito y no terminal. En tales circunstancias, es indudable la importancia de contar con un adecuado servicio público de viajeros que cubra eficientemente sus necesidades con los itinerarios, los vehículos y las marquesinas adecuadamente acondicionadas que se precise, pero donde parece sobrar, con las justificaciones que se han dado, una estación de autobuses, máxime, si está ubicada en un extremo y al otro lado de la carretera que lo bordea, por no decir fuera del pueblo, como si se pretendiera incomunicarlo del resto de los pueblos no capitalinos. Porque, si Alajeró necesita un edificio “multifuncional” con un bar y cuatro tiendas, no es esta la localización más adecuada, y si la Empresa concesionaria del transporte regular de viajeros quiere un garaje con unas oficinas, que lo haga con su dinero donde le apetezca y pueda, igual en Pajarito, en Quise, en El Paso o en Antoncojo.

Quejándose de deudas impagadas y de olvidos en las celebraciones del incendio del 11 de septiembre de 1984 que costó tantas vidas, decía en Canarias Ahora el entonces Gerente del Hospital, don Salvador García Carrillo, que el presidente del Cabildo, don Casimiro Curbelo, le había dicho que el anterior presidente “manejaba el Cabildo como si fuera una finca suya”. Puede que don Antonio Plasencia haya tratado el Cabildo de La Gomera como si fuera su finca y, como consecuencia de ello, sufriera ese grave accidente que casi le causa la muerte en aquel incendio que le dejó evidentes secuelas de por vida. Y don Antonio, sin “pinta” alguna de haberse lucrado de esa finca, ni él ni su familia, probablemente pueda presumir de honradez, algo que actualmente no parece meritar mucho.

Tal vez, como en fincas “propias” se manejen también quienes, por ejemplo, no aclaran los gastos públicos en las marquesinas, en los muros o en cualquier fiesta, como en la de Agulo en honor de Nuestra Señora de las Mercedes. Y si los “administradores de fincas” no se explican, al igual que se “olvidan” los compromisos adquiridos, por algo será… ¿verdad, don Salvador?

Igual podría ser que unos votos en una finca bien valgan una estación de guaguas. Porque los votos también se manejan como las fincas: se ganan, se pierden, se compran y se venden. ¡Ah, si hablaran los bocadillos de mortadela…!

Gomera 21 Amalahuigue

No hay comentarios: