11 de febrero de 2006

Volar en Picado


Tal vez son muchos los que piensan que el Aeropuerto de La Gomera es un caro y continuo engaño, socialmente inútil además, utilizado en la actualidad diariamente solo por 75 pasajeros y poco más de 5 kilogramos de mercancía, según se deduce de lo publicado recientemente por AENA.

Manifestar francamente una opinión personal en tal sentido sobre el Aeropuerto, ya vislumbrada por Gomera21 en aquel escrito sobre posibles corrupciones en la isla, no es nada agradable si se piensa que puede ser considerada como contraria a los “intereses” insulares. Pero ese Aeropuerto también tiene su historia. Una historia bien lamentable.

Cuando, al empezar la segunda mitad del siglo pasado, el único transporte con el exterior era un calvario en manos de la naviera Trasmediterránea, con tres viajes a la semana echando por trayecto ocho, doce o más horas de navegación prácticamente infrahumana entre dos islas separadas por una treintena de kilómetros de mar, a los entonces justificados anhelos de un aeropuerto se respondía que la isla era muy montañosa, hasta que al fin se logró el estudio de dos posibles ubicaciones: una en Alajeró, y la otra en San Sebastián, concretamente en La Lomada de los Llanos. Esta última se desestimó, dicen que por los vientos, y se optó por la primera ubicación como el único lugar posible, que es donde está actualmente.

En la década de los sesenta, cuando en La Villa esperaban en gozoso recibimiento a Romero Gorría, ministro del gobierno tecnócrata de la Dictadura, para que anunciara el comienzo de las obras aeroportuarias, no solo se llevaron el chasco del enorme retraso del Sr. Ministro respecto a la hora señalada, sino también el de que este había cambiado inesperadamente de opinión, señalando como nuevo “lugar idóneo” el antiguo aeropuerto de don Álvaro Rodríguez López. Parece ser que el helicóptero ministerial pasó antes por Playa de Santiago para realizar una visita previa al chalet de su dueño y albacea del boxeador “Sombrita”. La intención favorecedora del ministro no logró abrirse camino a lo largo de muchos años de “dar largas”, pues su situación, aún más alejada de los principales núcleos poblacionales, se encontraba con la dificultad de un mayor costo de la vía de acceso.

Las “largas” se prolongaron hasta 1.976, el mismo año en que el Rey nombró a Adolfo Suárez presidente y dos años antes de la inauguración del aeropuerto de Tenerife Sur. Fue entonces cuando se expropiaron “con carácter de urgencia” todos o parte de los terrenos donde se pretendía construir definitivamente el Aeropuerto de La Gomera. No obstante, esas “largas” sufrieron, valga la redundancia, posteriores alargamientos, porque los gobiernos de la UCD, con los problemas de la Transición y la vigilancia del cumplimiento de Los Pactos de La Monclóa de Fuentes Quintana, no tuvieron tiempo de ocuparse del aeropuerto de una pequeña isla ya del Reino de Castilla, desde donde salió Colón para descubrir América y que el Presidente español, Sr. Rodríguez Zapatero, vio en el despacho de Mohamed VI formando parte del mapa de Marruecos, al igual que El Sahara, sin el referéndum requerido por la ONU y que España ahora parece que pretende soslayar.

Pero, después de tantas “largas” vinieron otras, porque el ministro de Transportes del primer Gobierno del PSOE, don Enrique Barón, dadas las circunstancias de la mejora del transporte marítimo con Los Cristianos y la autopista del sur de Tenerife, se negó rotundamente a su ejecución durante el tiempo que se mantuvo en el cargo (1.982-1.985).

Fue a partir de entonces cuando la Partitocracia se interesó por la rentabilidad electoral de un aeropuerto ya inútil para los intereses insulares. Así, en 1987 se proyecta su construcción con fondos de la Unión Europea para el programa FEDER, y puede que algo del Ministerio de Fomento y de la Comunidad Autónoma de Canarias, pero, a pesar de tantas urgencias declaradas en las ocupaciones de los bienes y derechos afectados, fueron precisos más de diez años aún para concluir, golpe a golpe, la majestuosa obra.

El Aeropuerto de La Gomera, con una pista de 1.500 metros de largo y 30 de ancho, una plataforma de 14.500 metros cuadrados y un edificio terminal con capacidad para atender a 399 pasajeros a la hora en sus 3.370 metros cuadrados de superficie, para lo cual se movieron tres millones y medio de metros cúbicos de tierra y se gastó la nada despreciable cantidad de 3.800 millones de pesetas, fue inaugurado finalmente en 1.999 por el entonces ministro de Fomento, don Rafael Arias-Salgado, con lo cual se logró que La Gomera entrara en el siglo XXI sin ser la única isla canaria carente de aeropuerto.

En el momento de esa foto inaugural, el Ministerio de Fomento calculaba que en el plazo de dos o tres años el Aeropuerto de La Gomera alcanzaría los 250.000 pasajeros anuales, umbral mínimo estimado por sus “técnicos” para rentabilizar un aeropuerto de tales características, y a ello se dispuso con su puesta en funcionamiento, ocupándose el Cabildo gomero de su información y promoción, así como del mantenimiento de los jardines y del transporte terrestre en sus oscuros Contrato-Programas con la empresa del Sr. Chinea. Pero las expectativas no fueron acorde con las previsiones ministeriales, hasta el punto de que al año siguiente se esgrimieron argumentos para justificar cancelaciones de vuelos. El presidente del Cabildo, Sr. Cubelo, desmintió estos argumentos en Adeje a finales del mes de noviembre, diciendo que eran falsos y afirmando no permitir que “nadie juegue con nuestra dignidad”, porque no era verdad, según él, que los gomeros no quieran la infraestructura aeroportuaria, aunque otra cosa es que la utilicen o no...... por su “vocación” a usar la vía marítima. Y digo yo que si los gomeros no lo utilizamos será porque no nos es útil, independientemente de las querencias infraestructurales de cada quien.

Durante sus cinco años de funcionamiento solo ha sido utilizado por 87.534 pasajeros, muy lejos de los 1.250.000 que económicamente le hubieran dado una rentabilidad mínima, y que son precisamente los mismos que en un solo año utilizan la vía marítima. O sea, que podemos considerar que la utilidad del Aeropuerto de La Gomera ha sido el 7% de la mínima rentable y el 2% de su capacidad dimensionada. Para justificar su viabilidad, tampoco parece válido argumentar la rentabilidad social señalándole como “pieza clave en la comunicación exterior de sus habitantes y en el desarrollo turístico de la isla”, porque eso, simplemente y a la vista de los datos expuestos, es falso. ¿Dónde pues está el juego? ¿Donde la dignidad y donde el engaño?



Cuando se vuela en picado, sin saber donde está esa dignidad y donde el jugador, el tortazo irremisiblemente es en los morros, tarde o temprano. Y es que, a mi entender, el tardío Aeropuerto de La Gomera desde aquellos inicios en 1.987, más que remontar vuelo se despeñó en picado, a pesar de los ímprobos esfuerzos de algunos “caza-votos” tratando de justificar tan tremenda inversión inútil y subsiguientes gastos de mantenimiento, donde parece mantenerse al margen para sus dominios próximos Fred Olsen, con también “vocación” exclusiva por los barcos cargados de diplomas y medallas honoríficas concedidas por distintas corporaciones, probablemente, en pago de provechosas dádivas.

Si a Fred Olsen no le es útil el Aeropuerto, al igual que a los gomeros de vocación marinera, subvencionados o no, tal vez sería mejor plantarlo de papas o de ñames, con el agua de los pozos seca-manantiales del Sr. Horcajada, y si no, poner allí un gran palmeral. La elaboración de miel de palma para endulzar la vida a los turistas en el edificio de la Terminal, con su magnífico pórtico imitando al de la Iglesia de la Asunción de San Sebastián de La Gomera. Aunque, bien pensado, lo verdaderamente útil para los gomeros es un “tren” entre San Sebastián y Los Cristianos a tres euros, como en la RENFE.



Gomera21 Amalahuigue

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