
El biznieto de La Farruca, canastera gitana que con su baile se ganó el apodo en un concurso “por farrucas”, Juan Manuel Fernández Montoya, El Farruquito, debutó en Broadway cuando tenía tan solo cinco años. Su fallecido abuelo, el bailaor Antonio Montoya, El Farruco, sobrino nieto del legendario tocaor Ramón Montoya, le decía que había que bailar “macho y puro”, y su padre Juan Fernández Flores, El Moreno, que también era su cantaor, le aconsejó que lo bailara “cortito y rabioso, apretando los riñones” antes de morir en sus brazos en un escenario argentino, convirtiéndole así en patriarca con unos pocos dieciocho años de edad.
La Farruca, María Rosario Montoya, heredó el apodo de su abuela y es la bailaora madre de Juan Manuel, El Farruquito, de Antonio, El Farru, de Manuel, El Carpetilla, y de la pequeña Alegría. “Me riñe cuando juego al fútbol, como mi abuelo con él, por si me lastimo las piernas”, decía Antonio, también bailaor, refiriéndose a su hermano mayor, el patriarca familiar que hoy tiene ya 21 años.
El Farruquito, que baila con su hermano Antonio, de quince años, y con sus primos El Barullo y Polito, de 14 y 12, ha conquistado una gran fama en los Estados Unidos de Norteamérica, hasta el punto que The New York Times le consideró como el mejor artista que pasó por Manhattan en 2001. “De casta le viene al galgo” en esta familia de artistas del flamenco y en España se le considera, cual un príncipe gitano, como “el Camarón del baile”. Su figura impone un juvenil respeto patriarcal. Farruquito, el guapo de People, el ídolo fibroso, elegante y rico, a diferencia de Fleming, Einsten o la señora Curie, no cobra menos de lo que se gana taconeando ante sus admiradores, y con lo sobrante se compró un flamante y potente coche de esos que se embalan solos y que no le permitió “esquivar” a Benjamín Olalla cuando cruzaba la calle por un paso de cebra, aunque, supuestamente, sin la menor intención de causarle algún daño. Si de la “mala suerte” de la muerte de Benjamín no tuvo culpa el famoso y admirado bailaor, a juzgar por aquel “¡que Dios te bendiga!” que le desearon en su concurrida rueda de prensa, ¿sería tal vez culpable el dichoso automóvil BMW de velocidad de vértigo que lanzó mortalmente a 15 metros al Sr. Olalla?.
Desde luego, quien no tenía culpa alguna era su hermano Antonio, un menor de 15 años, del que se abusó tratando de hacerle cargar con todo para proteger a su hermano. Farruquito dijo en tumultuosa rueda de prensa que por su madre ocultó la verdad durante seis meses, sin comer muchos días ni dormir muchas noches, mientras echaban la culpa a su hermano. ¿Y La Farruca –me pregunto- pretendía y permitía que su hijo menor se tragara el marrón siendo inocente?. ¡Lo que es “la pasta”!
Según dice la prensa, parece que fueron unos policías nacionales los que, como “expertos consejeros”, urdieron el abusivo plan de acusar falsamente al hermano menor para burlar “farrucamente” las leyes. También dice que Farruquito seguirá bailando y cobrando su viril taconeo y más, para la “subsistencia” de su rica familia artística, gracias a 40.000 euros que depositó como fianza de los 50.000 que cobró “de baile” cada mes de silencio y engaño, frente a los 420 euros de la pensión de viudedad de la mujer de Olalla. Si le devuelven el pasaporte, Farruquito quiere ir unos dias a Japón en gira de diez actuaciones de 40.000 euros cada una.
¡Es de esperar que ante la Justicia paguen todos, ahora legalmente, las “farruconerías” de sus encubrimientos y falsedades!. Y mientras, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife continúan impunes, por archivo de las causas y a pesar de la existencia de pruebas, aquellos abusadores de más de un centenar de menores que carecen de los euros del clan “artístico” de los farrucos, y que denunció públicamente el año pasado la Presidenta del Foro contra la Violencia.
Amalahuigue
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