Por si alguien se sintiera aludido, cuando se pone alas a la imaginación es preciso aclarar aquello de que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, porque a veces las realidades nos pueden deparar una gran similitud con lo fantaseado.
Don Zorro era juez allá en las prolongaciones insulares de Infanciaespabuso, un viejo país de leyes maleables, cuya aplicación dependía a veces de los caprichos y consideraciones a la medida e interés de quienes las manipulaban. Allí, un excelentísimo señor estafador de ingentes cantidades de dinero podía “pasearse” por la cárcel el mismo tiempo que se pedía a un sopla gaitas que se negara a expeler su contenido pulmonar a través de una alcoholimétrica botella de plástico.
Infanciaespabuso es todo un Estado de Desrecho, pensaba don Zorro mirando las mojadas banderas enarboladas en la pétrea fachada del Ayuntamiento a través de los cristales de la ventana de su despacho judicial, semiocultas por los frondosos árboles que cubrían la plaza bajo la llovizna matinal. Trató de cubrir el hueco respirando hondo, como concienciándose de su poder, y sonrió al recordar la “suerte” que había tenido el Alcalde con el archivo de aquella denuncia de prevaricación y cohecho interpuesta por el mismo Consistorio, tras acuerdo en Sesión Plenaria. Y es que el Alcalde era una persona importante y muy famosa. Lo mismo sucedería probablemente al Teniente de Alcalde con esos “trapicheos” de intento de secuestro y demás, por muchos que fueran los sueldos que cobrara. Lo del hotel, era evidente que la concesión de la Licencia Municipal fue ilegal, pero, sin entrar a analizar los informes negativos de los “técnicos” municipales para su concesión, también daría carpetazo al asunto, considerando la “legalidad” de la remodelación hotelera basada en la existencia de la irregular Licencia. Total, los insignificantes ciudadanos que altruisticamente denunciaron no tenían importancia, al contrario que el promotor del viejo hotel, que éste si que era un hombre con mucho poder, un hombre de dinero y con amigos en la política.
Tras los cristales, aquel hombre cuarentón, rechoncho y regordete, de ojos ausentes e indefinibles, cuyos pectorales se vislumbraban gracias al par de botones desabrochados de su camisa dándole más aspecto de albañil de interiores que de juez, recordaba su pasado muy lejos de aquella plaza de marmórea fuente central. Ya era enemigo de la corbata cuando le nombraron juez sin necesidad de oposiciones, por lo que siempre procuraba desprenderse de ella a la menor oportunidad. Don Zorro recordó sus comienzos judiciales, el largo viaje a aquella pequeña isla donde era el único juez, recordó que allí conoció a su “amigo” el Notario y recordó también aquella chica joven…… Se sintió molesto, dio media vuelta y, atravesando el umbral de la puerta, entró en la habitación contigua.
Ante él, en la mesa, aquellas gafas de “culo de botella” sobre un montón de papeles atrajeron su mirada. Tras la mesa, en la silla sensiblemente gastada por el uso, estaba sentado el Secretario Judicial, que parecía rascarse la nariz con el documento que leía, tratando así de paliar su baja visión.
- ¿Qué es eso? - preguntó don Zorro malhumorado, por decir algo.
- Lo de la separación....... por incompatibilidad de caracteres.
- Está claro ¿no? Como todas: la guarda y custodia para la madre y para el padre unas visitas... ¡y que pague!
- Bueno...... es que la madre se marchó con los niños - reconvino el Secretario.
- ¿Y que? ¿No lo consintió el padre al no denunciarla? Pues gracias a eso no podemos echarlo de su casa.
- Si, pero... el padre, que también cuida de sus hijos, alega que la madre demandante tuvo diversas bajas transitorias en consulta siquiátrica.
- Tampoco aporta pruebas contundentes, y nosotros no vamos a preguntar a la Seguridad Social.
- Es que, además, la madre trabaja en turnos variables, con una movilidad laboral….
- Nada, nada. ¡Como todas las separaciones! Los niños con su madre y el padre que se olvide y..... ¡a rascarse el bolsillo, por no cambiar su carácter blandengue!
- ¿Tampoco quiere usted hablar con los niños?
- No, ya escuché a los padres - terminó tajantemente el Juez mientras se dirigía nuevamente a su despacho, donde se dejó caer en el mullido sillón de terciopelo rojo.
Estas cosas le turbaban, no solo porque era consciente de que en Infanciaespabuso la Ley primaba el interés superior de los menores sobre cualquier otro interés legítimo que pudiera concurrir, sino porque le hacían aflorar ciertos sentimientos. Pensó una vez más en sus inicios jurídicos, en las voluptuosidades amorosas con aquella chica que desembocaron en una niña, su hija, tanto tiempo sin verla. Se levantó del sillón mientras se preguntaba cuantas veces habría pronunciado la palabra “papá” y, mirando la reluciente mesa de caoba, trató de imaginarse su estatura. ¿Por donde le llegaría la mesa? ¿Por los hombros o sobre la cintura? ¿Cómo tendría el pelo? ¿Estaría delgada como su madre o gordita como su padre?
Girándose hacia la habitación interior y elevando la voz aún más enojado, le espetó otra vez al Secretario: Ponga también en esa Sentencia la consideración de que el padre tiene muchas deudas, aunque no sé como podrá pagarlas, si es verdad lo que dice que gana.
Como un autómata, don Zorro volvió hasta la ventana y vio abajo, en la plaza bulliciosa por la actividad del Mercado Municipal, unos niños que jugaban chorreando las vestimentas de sus chapoteos en el agua de aquella pila de mármol blanco.
¿Serían también niños “despaternizados”? ¿Dónde estarían sus madres? ¿Acaso serían carnaza del fracaso escolar o víctimas de violencia doméstica?, se preguntó entonces su Señoría cuando decidió consultar una ley procedimental mientras susurraba entre dientes: ¡Son las cosas del progreso en la Plaza de los Adelantos!
Gomera21 Amalahuigue
11 de febrero de 2006
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