El mirlo común macho es un pájaro negro azabache con el pico amarillo, y un anillo también amarillo alrededor del ojo. La hembra es pardusca con el lomo también negro, con tintes marrón rojizo en el pecho y mentón gris, como su pico. Los jóvenes polluelos son algo moteados hasta la muda de otoño.
En el norte de La Gomera existen mirlos en abundancia, en los frondosos bosques de húmedos suelos de Los Aceviños o en otros lugares del Parque Nacional de Garajonay. Por las laderas de las altas montañas bajan hasta el Valle que cobijó el cantón de Mulagua saltando y corriendo a trompicones por los cada vez menos abundantes platanales que antaño le pintaron totalmente de verde, embelleciéndole y enriqueciéndole, con provecho, en mayor o menor medida, de sus aproximadamente 7.000 habitantes que veían surcar la bahía por los barcos fruteros. Las “piñas” de plátano, perfectamente empaquetadas enteras, cargaban por aquel Pescante, vigía marítimo que constituía la puerta de entrada y salida de un pueblo autosuficiente ya desde que Viera y Clavijo afirmara que “si este Valle de Hermigua tuviese aceite y más trigo, no necesitarían sus habitantes de nada forastero para la comodidad de la vida”.
Luego vinieron una posguerra, la emigración, el muelle capitalino, la CREP, los cartones de Modesto Campos y el barco de los noruegos...... Y llegó la Partitocracia y la Comunidad Europea y los organismos públicos repletos de “enchufes” y subvenciones para repartir entre los votantes partidarios. Todo ello con algunas cosas más, trajo la diáspora que dejó aquel pueblo en estado de “coma”, solo con unas 2.000 personas apuntadas actualmente en el padrón, entre las que están y las que no están, unas pocas más de las que estaban en el siglo XVII. Tampoco otros pueblos gomeros se libraron del maleficio caído sobre ellos, como Agulo e incluso Vallehermoso, a pesar de las ingentes cantidades de dinero público que en este último se han “invertido” hasta la misma playa, una y otra vez.
Hermigua posee cerca del Ayuntamiento y junto al barranco de Monforte -el de los ocho molinos- un precioso y exquisitamente cuidado Parque de reducido tamaño que podría emular a otros de gran renombre. Al igual que la playa de La Caleta y el caserío de Los Aceviños, ese magnifico parque verde y húmedo junto al multifuncional Complejo Deportivo, con su riachuelo artificial y muchas aves y pájaros: pavos reales, patos, gallinas, cacatúas, capirotes........ y mirlos, es objeto de todos lo mimos y cuidados del Consistorio.
Aunque los mirlos son especialistas en excavar en la tierra húmeda para capturar las lombrices, extrayéndolas con suma habilidad de sus agujeros sin que se rompan, también son magníficos insectívoros y excelentes consumidores de fruta madura cuando está en su punto perfecto.
Por cierto que también existen mirlos albinos, con más o menos manchas en su plumaje e incluso los completamente blancos de ojos rojos, escasísimos pero privilegiados y sin peligro de extinción, como los políticos que brincan de un lado a otro comiendo siempre de la misma fruta. Son los mirlos blancos que dicen que durante años y años también se han podido ver por el Ayuntamiento de Hermigua. Unos dicen que los ojos son rojos por genética y otros que es por una especie de indestructible rencor adquirido sin que se sepa bien porqué. Pero ahí están agazapados entre salto y salto alrededor de los bastones de mango, aferrados a sus prebendas y mirando, con los ojos inyectados en sangre, tal vez otras envidiadas épocas esplendorosas de verdor.
Hace ya varios años llegó de Tenerife una blanca nube viajera, que se acercaba desde las faldas del Teide, como si se deslizara a nado sobre el mar que separa ambas islas. No se trataba en realidad de una nube, sino de una plaga de moscas, de “moscas blancas”, unas moscas de invernadero que ya habían hecho sus estragos en la vegetación de la isla de enfrente.
Pero nadie entonces en Hermigua pareció preocuparse lo más mínimo. Y nadie prestó importancia a esa plaga de moscas blancas tal vez porque ya se había abandonado gran parte de la agricultura y el pueblo ya había pasado de ser agrícola a ser un pueblo subvencionado por el buen subvencionador que subvenciona. Incluso, en las inmediaciones del Ayuntamiento, algunos hasta se alegraron de que las moscas se posaran en las plataneras de los Fulanitos y de los Menganitos mencionados en mítines, expresamente con intención confesada de “hacer las maletas” para echar a los que aún quedaran.
No obstante, esta mosca, blanca como los mirlos del Ayuntamiento, es mosca más jodida que la “cojonera”, porque son moscas que proliferan y se extienden invadiendo todos los lugares, sin respetar tan siquiera los sitios especialmente mimados por la autoridad municipal.
Así, este verano las níveas mosquitas empezaron a propagarse rápidamente por todo el valle y se fueron a blanquear y manchar de melaza el Parque, lo cual no está nada bien, pero es que incluso no se detuvieron ante los “tarajales” de La Caleta, y eso sí que no, que la playa de La Caleta es muy apreciada por el alcalde del pueblo, donde una vez en ese suelo público llegó a construirse él mismo su propio “chozo”. Pero no queda ahí la cosa, porque el mosquerío de aquella nube de hace años amenaza ahora no solo con extenderse a otros pueblos de la isla, sino en subir a por la laurisilva del Parque Nacional de Garajonay, afectando al caserío de Los Aceviños, otro de los sitios de “regalo” municipal, donde tienen sus intereses no solo personas del Ayuntamiento sino también del Cabildo Insular.
Y ahora sí que desde el pasado verano han mostrado una gran inquietud quienes no se inmutaron lo más mínimo con aquella nube viajera, poniendo en movimiento a los gabinetes de prensa del Ayuntamiento de Hermigua y del Cabildo Insular para requerir del Gobierno Autonómico la utilización de depredadores de la mosca blanca, con acusaciones incluso de “falta de Interés” tras haber transcurrido un mes de su denuncia.
Claro, que el problema es si la avispita depredadora se pone también a picotear al personal gomero provocando rasqueras e hinchazones, aunque lo más grave de todo sería que ahuyentara a los turistas de los campos de golf. De todas formas, parece evidente que se ha de tratar de eliminar la dichosa mosca sin que tengamos que ser depredados por el depredador importado.
El Gobierno Canario, donde La Gomera es la única isla que nunca ha tenido un consejero, excesivamente preocupado por su alternancia y mirando la pelotita de pong-ping entre Tenerife y Gran Canaria, difícilmente se interesará verdaderamente por otras pequeñeces archipielágicas. Tal vez, con la ayuda de la lluvia caída recientemente, los mirlos podrían depredar el mosquerío. Los negros, y también los blancos.
¡Abran pues, las puertas consistoriales!
Amalahuigue
10 de febrero de 2006
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