“El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mi me recibe”. (Mateo, 18,5)
Este es el lema elegido este año por Juan Pablo II para los católicos durante el tiempo de Cuaresma. Para los católicos y para los demás que habitamos la Tierra, porque tampoco vamos a poner en duda la autoridad y la importancia en el Mundo de las advertencias del Papa.
La Santa Sede presta atención a los niños porque dice que son el “futuro de la humanidad”, afirmando que ésta “no puede cerrar los ojos ante un drama tan alarmante” (http://www.terra.com/actualidad/articulo/html/act170123.htm). Porque el Papa se ha preocupado por la delincuencia con los menores en el Mundo, pero no por la misma que parece preocupar al Delegado del Gobierno, don Antonio López Ojeda, de esos menores “delincuentes” de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, analfabetos, desarraigados y sin escolarizar, que no pueden calibrar las consecuencias de sus actos, sino por la otra delincuencia de la que son víctimas los menores “heridos profundamente por la violencia de los adultos”, y que, respecto a esta provincia, ya se ha denunciado también aquí en Gomera21 (http://www.gomera21.com/noticia.php?n=1018&i=).
Y el Papa se refirió a diversos aspectos de esta violencia como “abusos sexuales, disgregación familiar o utilización de niños en guerras y en el tráfico de órganos” haciendo hincapié no solo en los dos millones y medio de niños enfermos del sida, sino también en los once millones de pequeños huérfanos por esta enfermedad y recalcando que tan solo en Kenia mueren de sida cuatrocientas personas cada día. Por todo ello, y dada la carestía de los retrovirales para combatir la mortal enfermedad que ha proporcionado a las industrias farmacéuticas multinacionales unos beneficios de 517 millones de dólares en el año 2002, el Vaticano parece no ha dudado en calificar de “genocida” la conducta de estas empresas del medicamento.
Amalahuigue 01/02/04
11 de febrero de 2006
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